nado para que se pueda utilizar como champagnera.
Al mismo tiempo, es una colección pensada para
que con solo 3 o 4 piezas puedas crear un ambiente
Mirage. La propuesta también comprende la idea de
combinar con libertad los tres acabados escogidos:
cromo, oro y oro rosa.
Actualmente se habla de redefinir el lujo ¿Cómo lo
entiendes tú en el siglo XXI?
EQ: Esta colección, con la libertad de poder
componer diferentes ambientes, es un ejemplo. El lujo
también reside en ese juego con la luz, las trasparen-
cias. Mirage quiere mostrar otra magnitud del lujo. El
brillo, los reflejos en el siglo XXI, llegan por la simpli-
ficación de las superficies. Gracias a la alta calidad de
producción industrial hoy podemos lograr con menos,
mucho más. Cuanto más “simple” es una pieza más
perfecto debe ser su acabado, pues cualquier defecto
queda expuesto. Es un lujo silencioso, de alta calidad
de ejecución del objeto.
El problema de esta palabra es que se ha pretendido
dar valor a cualquier cosa disfrazándola de lujo. La
calidad de manufactura es fundamental. Entonces el
lujo viene solo, no necesita disfraz. También he que-
rido darle chispa al lujo, dotarlo de m
ás vida, ani-
marlo, en el sentido de que tenga alma.
Siendo plenamente contemporánea, la colección
Mirage desprende algún reflejo Art D
éco.
EQ: De hecho fue un movimiento que partía
de la geometría. Antes de que se instaurarse el dise-
ño industrial como disciplina, el Déco ya tenía este
perfume de racionalizar formas, de geometrizarlas.
Es cierto que dentro de mi trabajo hay Art Déco, pero
no literal. Y también Futurismo, otro movimiento de
principios del siglo XX que me interesa mucho. A su
vez el Déco con sus planos facetados se inspiró en el
arte egipcio. Y así podríamos ir estableciendo una
cadena de relaciones...
El envase del perfume Chanel no 5,- que para mí es
muy inspirador-, forma parte de ese mundo. Podría
decir que en la colección Mirage reconozco una esen-
cia muy francesa.
Durante una década has vivido en París ¿Qué te han
aportado como diseñador el día a día en la capital
francesa?
EQ: Sobre todo, la exigencia absoluta de la
perfección. La encuentras en muchos lugares, en la
alta costura, en las artes decorativas, en el urbanis-
mo de París. Todo está pensado con profundidad.
Cuando crean algo, lo hacen para la eternidad. Allí
siguen existiendo marcas como Christofle, los mejo-
res orfebres de Francia, con un trabajo exquisito. O
las cristalerías de Barcarat, hechas para reyes, con
exigencia real. Hay una dimensión de nobleza, de
producto divino. Hoy con los sistemas industriales
es factible llevar a cabo este tipo de productos, con
esa misma dimensión pero ya alcanzables.
Lujo también es poder adquisitivo alto.
EQ: El que un producto tenga un precio alto
se debe a que hay una complejidad en los procesos de
producción, un valor de materiales y una maestría en
la manufactura. No obstante, la intensidad que yo he
aplicado en crear esta colección es la misma empleada
en idear un cubierto desechable fabricado con 3 gra-
mos de plástico, para la compañía de vuelo AirFrance.
El precio nunca limita la exigencia. Si pretendes que
exista un nuevo objeto siempre ha de tenerla.
¿Cómo describirías la tarea del diseñador hoy? ¿Cuál
es su misión?
EQ: Es difícil definirla. Se ha enredado mu-
cho la imagen, y hay que desenredarla para que se
comprenda. Yo vuelvo a las raíces de la disciplina del
diseño. Creo que ha de ser un proceso evolutivo para
el descubrimiento de nuevas funciones y nuevas mane-
ras de utilizar las cosas. Es un movimiento perpetuo,
siempre para ir adelante.
Ahora la palabra diseño se utiliza para muchas co-
sas, con efecto regresivo. Para las artes decorativas,
en la manufactura artesana. Las artesanías vuelven
por falta de inversiones en la industria. Me intere-
sa mucho la maestría artesana, pero integrándola al
contexto de la producción industrial. Para mí, dise-
ño siempre va ligado a industria, a una componente
de modernidad. El diseñador tiene una parte de in-
ventor, de ingeniero, de artista, de soñador. Es todo
esto junto.